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Extracto:
Medidas tomadas para cortar los progresos del mal epidémico que se ha fincado especialmente en el pueblo de San Juan Bautista, causando a sus naturales considerable quebranto que se experimenta en sus vecinos, sin que para cortar este daño hayan bastado las precauciones de la asistencia del facultativo difunto, Don Ignacio Garcés y, actualmente, el regidor Don Juan José Domínguez de Sotomayor, que se ha prestado a hacerlo gratis. La junta informó que: están franqueando, en obsequio de la humanidad, toda la medicina los profesores de farmacia, Don Pascual Ignacio Pino y Don José Flores y los alimentos y otros necesario el Muy Reverendo Padre Fray Francisco Gómez y el regidor Don Juan José González Arratia, a más de su continua asistencia y visita de enfermos, que se dispuso se noticiase a los alcaldes de los pueblos que: luego de que tuviesen noticia de algunos enfermos febricitantes, lo comunicasen al susodicho señor presidente, para dirigirlos al profesor que toque en su respectivo ramo, para que sea visitado.
Que cuando el profesor llegue ocurran todos por medio del toque de campana a noticiarle para que los visite, que les notifique el que absolutamente se muden de una casa a otra sin previo consentimiento del médico, que los petates de los petates de los enfermos o cadáveres se quemen sin dilación o que ahondando las sepulturas se entierren juntamente, que para evitar el contagio usen de quemar majada o boñiga de buey y cuernos de cualquiera especie de animal, regar los que puedan con vinagre y que no amontonen en los patios de sus casas majadas. Y últimamente el que ninguna persona sintiéndose herida del contagio se sangre sin orden del propio facultativo bajo la pena de ocho días de cárcel a que lo dispusiere de su voluntad. La Junta siguió diciendo que: se había pensado poner un Lazareto en esta ciudad para recoger a los enfermos y que al efecto el propio padre cura ofreció dar por primera vez dieciséis pesos e igual cantidad mensual. De lo que enterados los SS capitulares manifestaron: el mayor regocijo por las disposiciones que se estaban adoptando y por todo esto, dieron las gracias a los vocales de la junta, que se esmeraban en favor de la humanidad y que al propio tiempo se hiciese un llamado al padre y los boticarios, para que tuviese efecto que se deseaba, se pusiese una circular a los alcaldes de los pueblos con las prevenciones indicadas con que estaban en la inteligencia.
Pero, un capitular comentó que: que los indios jamás dejarían de proceder en su curación metódicamente y con sujeción al facultativo, porque la experiencia tenía acreditado su arbitrariedad. Siguió diciendo el capitular que: con respecto a que ni había fondos ni ningún arbitrio de qué poder disponer en beneficio de esta urgencia, eran de parecer que se suspendiese el proyecto del lazareto y mucho más cuando esta ciudad no experimentaba todavía esta calamidad de contagio porque sería apestarla trayendo de fuera a los enfermos cuando las miasmas que recibían los vientos se extenderían y causarían muy perniciosos efectos.
Firmaron el acta: Antonio Fernández Munilla, José María Mejía, Mariano Martínez, Francisco Estévez, Juan José Domínguez, Juan José González, Mariano Ortiz, José Vicente Urbina, secretario.
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