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Extracto:
El presidente expuso al cabildo una carta que acababa de recibir del Comandante de las fuerzas americanas que ocupan la ciudad, en que le inserta la sentencia y decreto que fulminó el Consejo Militar contra el ciudadano Antonio Piña. Piña fue acusado de haber seducido para la deserción a un soldado americano. El presidente continuó diciendo que: habiendo sido dicha sentencia la de que se pasara por las armas, fue conmutada por que reciba 150 azotes en medio de la plaza principal, a razón de 25 diarios y quede desterrado de esta ciudad. Se dio lectura a dicha carta y después el mismo presidente añadió que: eso supuesto, el ayuntamiento no podía ser indiferente a la suerte del reo, pues si bien en concepto del consejo que le había sentenciado así como en el de todas las fuerzas americanas y de los mismos Estados Unidos, la falta era grave, y el delito de aquellos que juzgan con más rigor las Ordenanzas Militares, pero para los mexicanos no debería hasta cierto punto guardar esa calidad y sobre todo nuestros deberes mutuos los particulares de esta corporación y los sentimientos de humanidad y de filantropía estimulan, lejos de repugnar, a que el ayuntamiento haga algo en obsequio del desgraciado Piña, lo más que pueda por un infeliz mexicano, cuyo exceso de patriotismo o extremado celo lo conduce y precipita hasta padecer la afrentosa pena de los azotes, haciéndosele gracia en que no sufre la capital. El presidente dijo que: una súplica del ayuntamiento puede moderar esa expresión, resultado preciso del furor frenético de las revoluciones, y si así no fuese, a la corporación le quedaría, por lo menos, la satisfacción de haber llenado uno de sus deberes, abogando por el desvalido e interesando a su favor todo su valimiento. Los capitulares abundaron en las mismas ideas que el presidente, tanto que se comprometieron a que: si la expresada pena era conmutada en la de una multa, cada uno daría diez pesos, y el resto si faltara lo colectarían gustosos de los vecinos de la ciudad, y ocupados con empeño en discurrir una medida que procurase los resultados propuestos, acordaron en fin que -en el acto se acercase al comandante de dichas fuerzas, una comisión del ayuntamiento y le suplicase a nombre de éste y en favor del señor Antonio Piña, el que revoque o modere la sentencia contra él dada y estimule sus sentimientos filantrópicos, le ruegue y en fin sin ajar la dignidad de esta corporación, procure toda la gracia posible para el expresado Piña y que, entre tanto, quede suspenso el cabildo hasta que la comisión vuelva a dar cuenta con los resultados-.
La comisión se les dio a Licea, Olascoaga, Martínez de Castro. Vuelta la comisión y continuando el Cabildo, aquella expresó que: la solicitud del ayuntamiento había sido bien recibida por el comandante americano, quien habiéndolo oído, así como los empeños de la expresada comisión, contestó en resumen que: la consideraría en cuanto se lo permitieran las circunstancias y haría al reo Antonio Piña toda la gracia posible, a lo cual estaba dispuesto, pero sin faltar a los deberes que le imponen su posición como Jefe y la disciplina militar como soldado. La comisión le repitió que: descansaba en sus buenos sentimientos y actuales ofertas y se retiró para dar cuenta, como lo hace, a la corporación.
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